el crepúsculo de La fiesta según Sevilla

Semana Santa

EL CREPÚSCULO DE LA FIESTA SEGÚN SEVILLA

5 de enero. –Once de la mañana. Oído en caja de una tienda del centro: Yo, este año, ya le doy el dinero, y que él se compre lo que quiera. –Hora de la cerveza. Bar Rodríguez. Leído en el almanaque inverso: Quedan 81 días para el Miércoles Santo. –7 y media de la tarde. Plaza del Duque. Pasa la Cabalgata. Freddie Bartholomew se equivocaba más que la paloma de Alberti. La gente no se agacha a coger los caramelos. Como es día de lluvia, algunos rapiñan con sus paraguas abiertos del revés, en forma de antena parabólica. Otros llevan los zapatos envueltos en bolsas de plástico para no estropear en casa el parquet con caramelos machacados. La mayoría, pasa de caramelos y de agacharse a recogerlos. A esa misma hora, los muñequitos de Cortilandia (por decir algo) cantan muy bajito. Y nada de madroños al Niño no le demos más. Se ve que el Niño acabó hasta el moño. –10 de la noche. Telediario. La Cabalgata de caramelo es una más de las cabalgatas que se hacen en España. Hay otros modelos. Y a la vista están. Alcalde (de Sevilla), ¿qué miras? Tu puesto está en la fila.

Llamamos Sevilla eterna o Sevilla del ABC a la que se arroga las esencias de la ciudad: capillita, rociera, con caseta en la Feria, esta Sevilla es más inmovilista que el Antiguo Egipto de Sinuhé el egipcio. Característica de esta Sevilla es que la tomas o la dejas, eres de ella o no, pero lo que no se puede es dialogar. Se impone, entonces, lo que llamamos el secreto a voces, una realidad evidente por encima de las discusiones o de los temas a debate. Secreto a voces número uno. La Cabalgata de caramelo está agotada. Lo dice la frialdad del espectáculo, la parsimonia de cabalgantes y público. Hay otra Sevilla que tiene muy buen teatro de calle y pasacalles que ofrecer, formas de participación en una fiesta que no consista en una procesión más. De aquí a tres meses, la ciudad apolínea ‑saltándose el Carnaval, que es dionisíaco y no cuaja en la Sevilla eterna‑ estará en su Semana Santa. Ya lo decía la letra del villancico de Raya Real: Pero estoy viendo en la frente de mi Dios una corona de espinas. La Cabalgata así entendida, según el Ateneo o según Sevilla, no ha sido más que el primer desfile procesional de los que espera la ciudad de aquí hasta el Corpus. Esta forma de divertirse, consistente en procesionar, es tan cortita de alicientes que, pasado el primer impulso evangelizador o proselitista, el cansancio se hace evidente. Menos villancicos en las calles y no solo en los autómatas muñequitos de El Corte Inglés. Menos madroños al niño. Menos Raya Real. También las noches de la Inmaculada son más desangeladas. Y en Semana Santa hace años que las cofradías sacan menos nazarenos, secreto a voces que no disimulan ni las mujeres incorporadas a los cortejos procesionales. Ante el agotamiento de un modelo de diversión, la Sevilla eterna o del ABC, votante siempre del PP justificante de la crisis, opone ahora, qué curioso, la crisis, la crisis tiene la culpa de todo: menos gente, menos compras, menos alegría, menos nazarenos o menos villancicos. Pero la crisis es de 2007 y el agotamiento viene de antes y de antes de la muerte en 2005 del gran papa reconquistador de la fe que fue Juan Pablo II. Y es que uno de los combustibles de la ciudad mariana fue la racha de autenticidad y de dar testimonio que el papa polaco, de acuerdo en esto con los Servicios de Inteligencia occidentales, venía imponiendo a la Iglesia desde el final de los 80. Es probable que el agotamiento de las fiestas según Sevilla sea también el agotamiento de esa Iglesia que iba a ser una entre las tres de la Alianza de culturas y civilizaciones. Desde el yihadismo galopante, asoman dos conclusiones provisionales. Una, que el creyente occidental iba a rearmarse (a dar testimonio de su fe) solo hasta cierto punto, pero nunca hasta poder competir con el lado islámico. Y, otra, que fue un error expulsar a los laicos (como del Rocío: ese tío no es rociero). Sin el escepticismo de los laicos, sin su sentido de la distancia y del humor, la religión que le queda a la Roma andaluza (romana por lo pagana) es pura mojigatería formulada en este discurso del presidente del Ateneo intercambiable y ambivalente para todas las fiestas: en una ciudad de fuertes convicciones religiosas, el sentido unívoco del mensaje evangélico de la Cabalgata le confiere a ésta su inalterabilidad, lo que se traduce en una inmutable iconología. O sea, que el año que viene más muermo de Cabalgata, más de lo mismo.

Un comentario en “el crepúsculo de La fiesta según Sevilla

  1. Qué peñazo de fiestas navideñas. Acabo hasta el gorro. Yo también: 🎶me cago en el año viejo, me cago en el año nuevo, me cago en el arbolito y me cago en…🎶🎶 (Álvarez Guedes). Me estaré volviendo un poco Scrooge.
    Muermo es poco.

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