LOS CREYENTES Y LA BOLA DE CRISTAL (2)

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LOS CREYENTES Y LA BOLA DE CRISTAL (2)

Continuación de Los creyentes y la bola de cristal (1).

–§3. Desconfiad de quien en una conversación razona en términos de lo que ha sido y siempre será. Cuanto antes la juventud se apunte al nuevo mundo, mejor razonará el presente y reconocerá lo viejo, aunque lo viejo nos encante. Sobran ejemplos. Las corridas de toros no tienen porvenir, porque la sensibilidad va contra el maltrato animal, no al revés. Tampoco es tiempo de alfareros o vaqueros solos con su vaquita, no van a ninguna parte, si no se juntan con otros en cooperativas para hacerse grandes ante Porcelanosa o las enormes lecheras. El mundo será social, colectivo, global y electrónico. Lo digital tiene futuro; las librerías de libro de papel, no, aunque con el libro se pueda hacer hoy demagogia y, mañana, coleccionismo o arqueología. La polémica sobre el riesgo de que nuestras vidas sean absolutamente controladas por el ojo de Dios que es Internet, no se resolverá hacia atrás, quitando ordenadores, cámaras y micrófonos, no se puede ir contra el invento sino contra su mala utilización, y admitir que la vida privada ha cambiado. La privacidad también viene del pasado, del pudor, de la competitividad, del espionaje o de la razón de Estado. Salvadas esas razones, que cambiarán, lo que queda es vernos todos a todos follando, cagando, ¿y qué? Visto que el patio de mi casa cuando llueve se moja como los demás, lo que desaparecerá será la curiosidad. Pasada la novedad del Gran Hermano, del Show de Truman, del reáliti chou, nos daremos cuenta de que en realidad no había nada que ver. Si la tecnología lo mismo sirve para que te localicen y te maten con un misil a tu número de teléfono, como para que te encuentren si te perdiste en el Himalaya, eso remite a la cuestión palpitante, que viene también del pasado, que es el poder y el reparto del poder. Una revolución será quitar al hombre de la Cía o del FBI y que quien nos mire nos mire con buenos ojos. Visto así el futuro, como una película de anticipación espacial, y no como un Harry Potter ni un señor de los anillos, cargados de goticismos, por nuestra bola de cristal no salen ni la Macarena ni los fervores del Rocío. Sí sale la libertad de conciencia, sin que de ahí deriven grupos de presión, congregaciones que detenten el poder o que se inmiscuyan en él. §4. Si la Constitución establece la no discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo o religión, y si nadie puede ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias, basta una persona que declare su religión en público para que los demás declaren la suya o que no la tienen. Es la teocracia que se aplica en países islámicos, donde las mujeres de la minoría cristiana han de llevar bien puesto, y que se vea, el crucifijo al cuello, cruz que actúa de salvoconducto para que los talibanes la respeten y no la obliguen a ir tapada. A mí, que cumplo la Constitución, tu cruz, amigo que la llevas puesta en tu cadenita, me molesta, y no es nada personal. Por lo mismo, va contra la igualdad reconocida en la Constitución permitir tratos desiguales por razón de sexo, así que ya están las musulmanas quitándose su tapado o que sus varones se tapen igual. En cuanto a la Semana Santa, que las cofradías pidan permiso de manifestación, como hacen las manifestaciones civiles, y que salgan y lo dejen todo como se lo encontraron, limpio y sin cera, y que no cuenten con el apoyo ni subvención del Estado ni Ayuntamientos. ¿Qué libertad de conciencia peligraría ahí? Y en la enseñanza, que cada familia eduque a los suyos en la religión que le dé la gana. Lo que no querrán es en horas de clase y con cargo al Estado, por más que los católicos paguen sus impuestos, se paga por servicios universales. La familia tampoco es un bien universal. ¿Que usted por su ideología quiere tener familia numerosa? No pretenda que se lo financie el Estado. ¿Que usted por su ideología quiso tener a sabiendas aquel hijo deficiente? ¡A cuidar de él, señor, señora! Los católicos están tan cerca del cuadro, que la proximidad les impide saber lo que está pintado. Si se alejaran, reconocerían que su prepotencia empieza con el calendario, que nos condena al totalitarismo de celebraciones forzadas. A ver cuando se liberaliza el almanaque y que cada quien disponga, invierta y distribuya sus días rojos y negros, de fiesta y laborales, como mejor le venga, sin que el domingo sea fiesta obligatoria, ni el Corpus ni la Inmaculada. Si nuestra vida laboral, y a efectos de pensiones, fuera como un sistema de créditos y cotizaciones, trabajáramos todos y trabajáramos todos lo mismo, repartido el negocio, nos repartiríamos el ocio según nuestras creencias, intereses o aficiones. La bola de cristal va por ahí, no por rezos, limosnas, valores insignia de Europa, cruces, estampas, campanas, belenes, costumbres, tradiciones, nuestra cultura o Jesucristo. Todo eso está muerto. ¡Ah!, y no somos laicistas. Como el frío es la ausencia de calor, el laicismo es la ausencia de religión. Quítense ustedes, la Iglesia y las religiones, de nuestra vida, y se acabó el laicismo, qué tontería. De muestra de su intolerancia, un botón: el belén en el Ayuntamiento, en vez del arbolito, que abarca más ciudadanía. Y de fiestas de invierno y año nuevo, ni hablar, y se rieron del diputado republicano que lo propuso: aquí se celebra la Natividad del Señor. Y así. Otro día hablaremos de Israel y Palestina. eLTeNDeDeRo recomienda la lectura de Los creyentes.

2 comentarios en “LOS CREYENTES Y LA BOLA DE CRISTAL (2)

  1. Daniel, me abruman tantos temas abiertos. Se me ocurre por el momento decirte que si una cruz molesta a alguien, el problema es suyo, no de la cruz; que si a unos les molesta celebrar la Natividad del Señor, a otros les molesta la Fiesta del Invierno y, entonces, para no molestar a nadie, no se debería celebrar nada. Pero eso es imposible en una sociedad donde todos dependemos en tiempo y servicios unos de otros y necesitamos, pues, acordar algunos días de fiesta comunes y el problema es que nunca nos pondremos de acuerdo, porque lo que gusta a unos molesta a otros. La solución es, pues, no molestarse, a no ser que una celebración atente contra los derechos humanos. Pero, en fin, de esto hablaré en mi blog. Un saludo

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  2. Cuando en los 90, las cámaras digitales, aún toscas, comenzaron a comercializarse, Kodak decidió ignorarlo. De todos los posibles futuros quiso creer en aquel en que lo digital no podría competir con el formato analógico; “los clientes querrán seguir con esta lucrativa costumbre del revelado” “la calidad de imagen no es comparable”, las frases autocomplacientes se sucedían, se contaban a sí mismos la historia conveniente, pero las pistas de lo que se venía encima estaban por todas partes. Kodak quebró. Habría bastado con entender que el avance tecnológico era exponencial, que pronto una cámara digital sería más barata y más capaz que la analógica. Cuando supuestos especialistas me hablan de un cine que seguirá vivo siempre, con su sistema de salas reivindicado como “fenómeno social” (como si la manifestación de las reuniones sociales no hubiesen evolucionado infinitas veces) ¿estarán pecando de la misma mirada selectiva, hoy que la imagen ya vale tan poco, que miles de millones de visitas a penas sirven para lucrar a un solo individuo en YouTube? Me acuerdo de todo esto cuando leo su artículo. Da el mejor consejo posible, el más honesto, el que acepta el cambio y lo celebra, sin demagogia.

    Hay dos puntos que creo podrían mirarse desde un ángulo distinto; las ayudas a familias numerosas puede ser entendidas como parte del bien común, un plan de estímulo a la natalidad, que pueda sanear una seguridad social tocada de muerte. Tampoco creo que esté correctamente analizado el caso del niño deficiente. Cuando los padres de un niño deficiente reciben ayudas para su manutención, el beneficiario es el niño, al que no se puede responsabilizar por haber nacido. Sería victimizar por partida doble al niño deficiente. La urticaria que le causan las fiestas religiosas puedo entenderla en parte, pero es fácil imaginar la locura logística que surgiría con la distribución caprichosa de días festivos. Sin olvidar que parte del sentido de las fiestas es que son comunes, y se comparten como fenómeno social, sea cual sea la excusa cultural. Yo creo que responde antes a una forma de coordinación, que a una subyugación ante el “totalitarismo de celebraciones forzadas”.

    Completamente de acuerdo con la afirmación “el laicismo es la ausencia de religión”. Un cómico americano dijo hace un par de años, “el ateísmo es una religión, tanto como la abstinencia es una posición sexual”.

    Precioso, “los creyentes”.

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